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Estilo DF Weekend Alberto Guerra

por: Hayde Martínez

Disfruta las mieles de la vida

Después de un par de décadas de picar piedra, Alberto Guerra pasa por un momento de plenitud que se refleja en dos aspectos: la posibilidad de aceptar o rechazar proyectos, y la llegada de su segunda hija. Recientemente el histrión cubano participó en Ingobernable y Guerra de ídolos, un par de rimbombantes series sobre política y música, respectivamente, en las cuales interpretó a personajes opuestos. La segunda temporada de Ingobernable -serie donde compartió escena con Kate del Catillo y Erik Hayser-, un proyecto aún sin poder revelar, además de participar en una película, son los planes que tiene en el futuro, pero por ahora se aleja un poco de los estudios de grabación para dar vida a un reto donde no hay pausas ni repeticiones de escena: ser padre. En charla con EstiloDF, Alberto nos habla acerca de la miel que actualmente abunda en su vida -sobre todo por su papel como papá-, la polaridad que hay entre sus dos más recientes proyectos, pasatiempos favoritos, misión como actor y su pasión por dejar el alma en escena sin importar si es para una serie mundial o un corto. Recientemente apreciamos tu trabajo en Ingobernable y Guerra de ídolos, dos proyectos destacados en tu carrera, ¿cómo defines tu presente? Disfruto que me lleguen los proyectos después de 20 años de picar piedra; así es la carrera de un actor: trabajar, trabajar, trabajar, para que de pronto un buen día te empiecen a caer proyectos que valen la pena y tener la capacidad de escoger. Estoy en un momento feliz de mi carrera. Me gusta por igual la idea de hacer una serie para Netflix que sale en 190 países, que realizar una película en seis días con “dos pesos” y que se vaya a festivalear.

 

En este par de series, ¿cuál fue el mayor reto?

Con Ingobernable, lo más complicado fue darle veracidad a una situación futurista con un Tepito tomado, amurallado, y utilizar a los personajes para que fueran una metáfora para América Latina entera, que no sólo la gente de Tepito se pueda identificar con ellos. En Guerra de ídolos, lo más complicado fue el acercamiento con la música. Mi relación con ella había sido: yo la escucho y ella suena. Ese era uno de mis mayores miedos porque no dominaba ningún instrumento, no tengo un buen oído, pero a medida que pasó el tiempo agarré confianza.

 

¿Harías algún proyecto relacionado con la música?

Actúo desde que tengo 14 años, ya son dos décadas y me ha costado; respeto a todos aquellos que se aventuran a cantar, pero eso merecería respeto y tiempo de estudio. Interpretar a un músico otra vez, me haría feliz.

 

En ambas series tus personajes fueron distintos, ¿cómo los sentiste?

Canek, en Ingobernable, es un tipo envuelto en una vorágine de vida de lo que está sucediendo en cuanto sale de la cárcel, después de vivir aislado cuatro años. Es un tipo que tiene bien claro cuándo hacer las cosas, no es de muchas palabras, es leal, siempre va a preferir defender lo que está bien a nivel social, sobre lo personal, y en esa cuestión me siento identificado con él. Mateo, en Guerra de ídolos, es todo lo contrario: es un chavo de familia trabajadora, de abajo, pero ya está acomodada y eso le permitió estudiar en Nueva York. Lleva una vida a toda madre con un coche de lujo, todos los artistas quieren grabar con él, entonces tiene el egocentrismo del productor musical, sin dejar de ser una buena persona.

 

Tus personajes son como el agua y el aceite, lo mismo los proyectos, ¿qué aprendizaje te dejaron dos trabajos tan opuestos?

Como actor, cuando tienes la oportunidad de trabajar en dos proyectos tan cercanos a la hora de hacerse y de estrenarse, te permite salir del vicio de un personaje y de ciertas mañas que agarraste con él, y darle vida a otro completamente distinto.

 

¿Qué planes tienes para tu presente?

Estoy en una pausa, en este momento no quiero proyectos grandes o de mucho tiempo; recién hice una película chiquita, que es justo eso, una bola de amigos que se juntan para hacer una película más festivalera, indie; tengo la segunda temporada de Ingobernable, y para el año próximo viene algo con Telemundo. En lo que resta de 2017 quiero hacer proyectos chicos. Si sale algo muy bueno, lo pensaré, pero justo quiero quedarme un poco quieto, escuchar las opciones y disfrutar lo que le está pasando en este momento a México, un lugar con gran cantidad de entretenimiento y trabajo, con muchas series, y donde se están haciendo películas y obras para todos los gustos. Eso es parte de las mieles en las que estoy en este momento.

 

Después de tanto tiempo puedes darte el gusto de decidir el proyecto en el que vas a trabajar, ¿cuáles rechazas?

He rechazado varios. Alguna vez escuché que la carrera de un actor se basa en los proyectos a los que les dice que no, más que a los que les dice que sí. La mayoría de mis personajes los he disfrutado de alguna manera, pero ha habido un par a los que les dije que no, y no tiene que ver con el concepto, sino por decisiones de la vida. Si mi mujer va a trabajar, yo me detengo un segundo, hay que ser meticuloso en qué voy a escoger.

 

Hace poco tuiteaste una frase que habla sobre tu condición en México…

De Chavela Vargas: “Los mexicanos nacemos donde se nos da la chingada gana”; tengo 23 años en este país, lo he recorrido completo, he vivido dentro de 16 casas distintas en la Ciudad de México y tengo una sensación de arraigo; el amor que le tengo a este país, a los mexicanos y a mi vida en México, es perfectamente equiparable o, incluso, más que con Cuba.

 

¿Qué te atrajo y te motivó a no irte de aquí?

Mis papás me trajeron; en Cuba yo era un chamaco de 13 años que estaba feliz en su casa con una bicicleta y el mar enfrente, pero no entendía bien lo que pasaba en el país, yo tenía un poco de comida en el plato, escuela y ya, es lo único que le debe importar a un niño. Y en cuanto a quedarme, fue por todo; en el momento que tuve la oportunidad de tener un carro y mi licencia, comencé a viajar por el país entero. Hasta ahora he tenido la oportunidad de recorrer bastante el mundo y no he encontrado un lugar tan chingón como México en playas, montañas, y sobre todo la gente. A mí me encantó este país, tengo una vida hecha y derecha aquí, creo en las luchas del mexicano, creo en lo que sufre y en la gran bondad que hay.

 

Te ha tocado hacer tanto al bueno como al malo de la historia, ¿qué personajes disfrutas más?

Últimamente me gusta hacer personajes que tengan un discurso donde yo también me sienta afín, donde pueda aportar un granito de arena a la cultura, y no nada más al hecho de entretener porque sí. Siempre dije que los malos te llevan al límite, pero últimamente he disfrutado a los buenos porque por alguna extraña razón dan libertad. Me disgustan los buenos cuando son dejados, les pasan por encima o lloran por cualquier estupidez, pero cuando se concreta una serie de matices donde ya no son completamente buenos, donde te das cuenta que tienen errores y virtudes, y van a lograr que en un capítulo te caigan bien, pero al o t r o n o , sí me atraen. Es muy divertido hacer historias donde matas, quemas, violas y demás, porque son cosas que a mí jamás se me ocurren por la vida; es apelar a la parte oscura del ser humano, y como actor es una delicia practicar una serie de cosas que uno no haría normalmente.

 

¿Qué personaje te gustaría interpretar?

Los de deportes me gustaban mucho, pero a los 35 años es muy difícil castear para un futbolista. La cotidianidad tiene un grado de complejidad muy fuerte, porque lograr la atención a eso es más difícil que con un personaje cliché, como un asesino, el héroe o un productor musical súper exitoso; a mí me fascina hacer una persona como cualquiera de nosotros, que tiene problemas en su casa o el trabajo.

 

Has sido papá por segunda ocasión, ¿cómo te sentó esta etapa?

Sigo en la aventura, y es increíble; por eso decidí tomar la pausa, porque soy papá 17 años después de la primera vez. Mi vida es otra, todo ha cambiado, había muchas cosas que no me quería perder de mi segunda hija. Me casé muy joven, tuve a Penélope bastante chavo, me divorcié joven, y hemos crecido distanciados; no quería que me pasara eso con Lúa, quería vivir la paternidad, experimentar el no dormir, limpiar pañales, dar mamilas, ver crecer, apreciar cada gesto nuevo, y lo estoy disfrutando enormemente.

 

Sentimentalmente, ¿cómo te cambió la llegada de Lúa?

Nos unió muchísimo más; Zuria y yo siempre hemos dicho que la familia empieza por dos, ya teníamos esta especie de sensación, pero Lúa nos unió más, nos tranquilizó; seguimos siendo actores y, por tanto, intensos, peleamos por cualquier cosa, gritamos, pero cuando llega una hija, bajas revoluciones, te das cuenta que cosas que antes considerabas importantes, en realidad no lo son; ahora la importancia está en otro lugar.

 

Zuria y tú son actores, ¿cómo se complementan el uno al otro?

Sobre todo en los tiempos; en un principio nos poníamos de acuerdo: si trabajamos, el fin de semana nos vamos a tal lado, o nos platicábamos los proyectos; ahora nos relacionamos de una forma más pragmática, lógica y mundana; la vida cambia, es muy bonito, y esto da pie a mis ganas de hacer personajes más cotidianos, con problemas en el trabajo, con la familia, el bebé, que no alcanza la quincena.

 

¿Cuál es tu pasatiempo favorito?

Físico, escalar; real, ver futbol. Soy amante del deporte, encuentro un gran lugar y espacio ahí para simplemente poner mi atención y corajes en algo que en realidad carece de una importancia mayor; es un hobby, no llegará a ningún lado, no pararemos una guerra mundial ni nada, pero te da la oportunidad de divertirte, prenderte, encabronarte por cosas que no son importantes y dejas pasar rápido.

 

Eres seguidor del Real Madrid, ¿qué es lo más loco que has hecho por el equipo?

No he hecho nada, pero la anécdota más bonita que tengo es que cuando nos casamos Zuria y yo, uno de mis amigos españoles me trajo una camiseta del Real Madrid firmada por Zidane, Ronaldo… es una gran prenda que tengo ahí. Hasta la fecha sigo sin saber si es real o de dónde la sacó, pero me divierte pensar que es real.

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