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Así se vivió el “gran eclipse mexicano”, entre aplausos e historias del recuerdo

En diferentes puntos la gente se reunió para disfrutar del fenómeno astronómico; en Mazatlán las personas tomaron las calles y las playas

por: José Lucas

El día llegó. La Luna se interpuso entre la Tierra y Sol y apagó su luz. Algunos puntos de México se oscurecieron por completo mientras otros solo parcialmente, lo que sí fue igual fue la emoción de la gente por saberse parte de la historia, testigos de un hecho que no ocurrirá en el país hasta 2052.

CRÉDITO: Especial
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El puerto de Mazatlán, en Sinaloa, fue un punto privilegiado. Ahí el eclipse fue total, por lo que la gente tomó las calles y las playas para observar el fenómeno astronómico. El gobierno del estado regalo lentes con filtros para que las personas no pusieran en riesgo su vista.

Telescopios, cámaras especiales, cajas oscuras, filtros y lentes fueron algunas de las herramientas que los asistentes llevaron para no perderse del gran espectáculo natural, del “gran eclipse mexicano”, como fue llamado en redes sociales.

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Familias de otras partes de la República Mexicana, incluso de otros países, se reunieron en el puerto mexicano, desde la NASA también harían sus observaciones especiales en pro de la ciencia.

Ciudad de México también fue testigo

En la capital del país también la gente salió a las calles para observar el eclipse solar. En Ciudad Universitaria hubo música y conferencias; en el Planetario “Luis Enrique Erro” los científicos facilitaron herramientas para la observación; en el Zócalo capitalino también hubo telescopios y lentes, y en la sede de la Sociedad Astronómica de México (SAM) hubo visores construidos con materiales reciclados.

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Las distintas generaciones se juntaron: abuelas llevando a sus nietas a observar este eclipse, o hijas acompañando a sus padres para volver a ser testigos de algo así. México se convirtió en una gran fiesta astronómica en la que la conjunción de tres cuerpos celestes fue el gran show.

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La gente platicaba, compartían sus historias y se abrazaban. Aquellos afortunados que fueron testigos del eclipse de 1991 presumían la hazaña de llegar a este nuevo eclipse, a una fecha que parecía tan lejana, pero que hoy ya es parte de la historia de México.

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Cuando el punto máximo del eclipse llegó en la sede de la SAM, un hombre hizo sonar los caracoles. La gente cayó. Vivió el momento. Miró al cielo y contempló el eclipse. Después los aplausos aparecieron y el ánimo, al igual que la luz del Sol, retornó.

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Mientras que en CU, la comunidad universitaria entonó el famoso ¡Goya!, que resonó como un eco en toda la explanada. Todos se concentraron en ver hacia el cielo cuando, desde el escenario, se anunció que estaba en su punto máximo.

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